miércoles, 22 de octubre de 2008

Los Inútiles y Oscar Castro en la EASV

El lunes 20 de octubre hemos sido partícipes como Escuela, del homenaje que rinde cada año el Grupo Los Inútiles al escritor rancaguino Oscar Castro. No sólo estuvieron los miembros de este grupo fundado por el poeta, si no también su viuda, Doña Isolda Pradel.

En la sala de Lectura de nuestra Biblioteca, quienes hemos participado de esta actividad, hemos recibido un baño poético, por cuanto allí se recitó, se cantó, se hizo historia. Poemas como Pequeña Elegía, La Cabra, La Tierra, pasaron a integrar parte de nuestro bagaje poético, ya que fueron recitados por Edith Ruiz y Francisco García, entre otros miembros asistentes, además de la participación de nuestro alumno Byron Marambio. De recuerdo nos queda un hermoso retrato y el poema Tierra, que enfrentaremos cada vez que lleguemos a la Sala de Lectura.

Y no sólo la poesía estuvo presente, también el folclore y la música: el primero en las cuecas que interpretó el Conjunto Folclórico de la EASV y en los acordes de guitarra que nos entregó Pablo Granifo.

Y la camaradería se vivió tras bambalinas en la casa del Director, donde se generó una amena conversación en torno al poeta. Un privilegio como pocos.

Nuestra gratitud a todos quienes hicieron posible esta jornada: a todos los miembros del Grupo Los Inútiles, a nuestras autoridades académicas, a todos nuestros alumnos, profesores, por la acogida incondicional. En especial a la escritora Edith Ruiz, que fue quien sugirió que este homenaje se hiciera en nuestra Escuela. Qué mejor que en el marco de la Celebración de los 65 años de existencia de nuestra Escuela y también en la celebración de Octubre como Mes Internacional de la Biblioteca Escolar.

Un abrazo fraternal a cada uno y este poema de regalo:


Hora Serena

Se va durmiendo la tarde
con el cantar de los grillos.
La noche se viene, sola,
Por la paz de los caminos.

Llega un perfume sedante
desde los campos vecinos:
olor a trébol, a tierra
o a silencio campesino.

Detrás del monte, el crepúsculo
cierra su abanico.
Un primer jirón de sombra
se enreda en los eucaliptus.

Rueda al son de una campana
su lagrimón desprendido...
La tarde que muere, tiene
los ojos humedecidos.

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